miércoles, 17 de junio de 2015

3. PILARES DEL ÁREA DE EDUCACIÓN EN LA FE


Para poder pensarse un área de Educación en la fe es preciso tener en cuenta algunos elementos fundamentales, los cuales, sirviendo de pilares de esta, han de ser siempre impulsados en clave prioritaria. Ayudados del sacerdote Alejandro Puiggari proponemos cuatro “pilares” que nos permitirán distanciarnos de una mera instrucción religiosa –lo cual es un riesgo constante– para abocarnos a la verdadera identidad y fin último de la misión educativa de la Iglesia.

1.    Una asignatura religiosa, integradora, y catequética: La presencia de una asignatura es fundamental. Ella tendrá que ceñirse a las exigencias científicas de las otras materias en cuanto a su planificación, objetivos, etc. Promoverá el diálogo con las demás asignaturas, dispondrá de un horario fijo y será obligatoria –sin excepción de otras confesiones–. Será evaluada continuamente al igual que las otras materias. A su vez se distinguirá de la enseñanza religiosa a través de una impronta catequística: “la impronta catequística estará dada principalmente por la referencia permanente a la vida y situación de los educandos, teniendo como fuente principal la palabra de Dios[1].
2.    Un proyecto pastoral educativo: “Sin una verdadera pastoral educativa, la educación en la fe queda reducida a mera instrucción religiosa… Hablando con precisión, lo específicamente catequístico se da fuera de la hora de religión”[2]. El proyecto pastoral educativo, visto líneas atrás como Proyecto Pastoral Institucional, complementa la asignatura, la incluye y abre el panorama a un campo de trabajo pastoral mucho más amplio que la sola aula de clases. Por medio de este ideario se contemplan diversos ámbitos del universo escolar y su entorno: la escuela y sus miembros, la promoción de la fe, las actividades religiosas y sociales, la relación con la sociedad, etc.
3.    Un docente – catequista: Sin llegar a ser el superhéroe en quien recaigan todas las actividades del plano pastoral, el o la docente – catequista está llamado/a a ser animador/a de la comunidad educativa con su presencia, testimonio y acciones. “La persona delegada por la comunidad para estar al frente del proceso de Educación en la fe se identifica con el perfil de un docente. Pero no de cualquier docente, ya que se lo reconoce también como catequista”[3]. Se le pide ser testigo y discípulo, padre y hermano, animador y vigía, creyente comprometido, que desde el obrar enseñe y, enseñando, obre. No es poca cosa la responsabilidad que lleva sobre sí, puesto que habla en nombre de Cristo y la comunidad eclesial.
4.    Una comunidad educativa: Sin embargo, para que el docente – catequista pueda desplegar su labor es necesaria una comunidad educadora que lo sostenga, no se puede entender un cristiano sin su comunidad, un santo fuera de la Iglesia. Por ende, el compromiso de fe ha de tocar también a los directivos, demás docentes, administrativos, personal de servicio, alumnado y padres de familia. Todos ellos conforman la comunidad educativa. A esto es preciso señalar que la comunidad educativa “no es algo terminado, sino que se tiene que ir construyendo, que debe estar en permanente estado de conversión”[4]. Además de ello, la noción de comunidad educativa nos abre otra posibilidad: no solo es escuela de fe para los alumnos sino también para los adultos. El espectro evangelizador se abre necesariamente para todos aquellos que pertenecen a la escuela.

De esta manera, a través del currículum, el PPI y los pilares para la Educación en la fe podemos adentrarnos con renovado fervor, tanto profesional como pastoral, en un planeamiento maduro y eficaz, producto de un discernimiento consciente y en vistas a la optimización de la misión educadora.




[1] A. Puiggari, op. cit., p. 103.
[2] Ibídem, p. 109.
[3] Ibídem, p. 110.
[4] Ibídem, p. 115
2. PASOS PARA UN PROYECTO PASTORAL INSTITUCIONAL (PPI)        


En una escuela católica, no es la asignatura religión la que asegura su catolicidad, ni siquiera la que nos permite hablar de catequesis escolar. Sólo si la asignatura se ve considerada en el proyecto pastoral real, estaremos delante de un posible proceso catequístico.[1]

Un Proyecto Pastoral Institucional es el ideario educativo que comprende un conjunto de realidades educativas, vistas desde un plano eminentemente pastoral que contemple: la educación, la cultura, la espiritualidad, la sociedad, la eclesialidad, etc. Todo ello en clave evangelizadora, buscando un encuentro personal y comunitario con Cristo desde la escuela.
         Para una educación en la fe genuina es preciso que exista este PPI, por lo cual, les alcanzaremos algunas pautas para iniciarlo en la escuela. Percibir, analizar y plantear serán los verbos que nos acompañen en este empeño.
a.   Percibir: Con ello buscamos todos los elementos y datos que nos provee la acción pastoral para ser conscientes de ella, de la realidad actual en pro de una constante optimización.
a.   Se realiza tomando como fuentes a los mismos actores de la pastoral, los destinatarios de la misma, el contexto social, cultural y político, y el marco teórico sobre el que se sustenta.
b.   Luego se toman en cuenta los datos que resulten del diagnóstico F.O.D.A. (evaluación de las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas) y de las propuestas que nos brinde la propia acción pastoral y los destinatarios.
c.    Se realiza el diagnóstico descriptivo.
b.   Analizar: Para obtener luces para afrontar la situación presente, ayudados del marco teórico competente, de modo que se pueda elaborar un eje transversal que busque las soluciones y propuestas pertinentes a ejecutarse.
c.    Plantear: Es la etapa operativa, en la que se busca poner en práctica los resultados y decisiones posteriores al análisis. Se ha de contemplar lo siguiente:
¨       Denominación
¨       Marco teórico y fundamentación
¨       Objetivos
¨       Destinatarios
¨       Itinerarios operativos: actividades responsables y cronograma

Para todo ello se han de tener en cuenta dos cosas: debe ser pensado por cada área curricular y abierto a otros espacios, que sean alternativas pedagógicas.



[1] A. Puiggari, ¿Catequesis escolar o catequesis religiosa?, Buenos Aires, San Benito, 2002, p. 107.

martes, 16 de junio de 2015

Primera parte

 
CURRÍCULUM – PPI – EDUCACIÓN EN LA FE




Al iniciar una planificación en vistas a seguir con el proceso de reestructuración, la Institución y su plantel docente, directivo y administrativo será informado de las primeras medidas. La Planificación 2015 se iniciará sentando tres bases insustituibles que nos remiten a nuestra misión como Escuela Católica: Planificación teórica y real a través del currículum, la elaboración del Proyecto Pastoral Institucional (PPI) y las bases para entender nuestro rol en la educación en la fe.

1. EL CURRÍCULUM, Miradas y complementariedad
La noción de currículum ha ido calando con esfuerzo y no poca resistencia por parte de las escuelas desde hace algunas décadas. Miguel Ángel Zabalza una definición que, a nuestro parecer, es integral:
El currículum es el conjunto de supuestos de partida, de las metas que se desea lograr y los pasos que se dan para alcanzarlas; el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, etc. Que se considera importante trabajar en la escuela año tras año. Y por supuesto la razón de cada una de esas opciones[1].
Sin embargo, y ya desde su etimología y las acepciones de la palabra currículum, somos remitidos a dos realidades cuya complejidad puede hacerlos diametralmente opuestos o complementarios. En esta oportunidad intentaremos ver la complementariedad.
a. La mirada teórica (planeamiento curricular): Desde su raíz etimológica, el “currículum” era la carrera de pistas de carroza, el cual estaba delimitado. Por ende, desde su significado literal, dicha palabra nos habla de un camino establecido que se da dentro de un contexto normativo, en pos de que se cumpla. Tal noción de currículum es visto como un conjunto de contenidos teóricos desde el cual se hace difícil cualquier modificación. En la Argentina, dicha noción impulsó al sistema educativo por muchos años, dando la pauta a los enseñantes.
b. La mirada real (currículo real): Apoyada en la expresión “currículum vitae” que acuñó Cicerón, la segunda mirada nos remite a un camino más amplio en el que entra el contexto vital con todas sus aristas y que ofrece la capacidad de elegir. Ello da pase al currículo real, perteneciente al que se pone en práctica día a día en las clases, en situaciones concretas. Esta mirada puede encontrar muchos simpatizantes, pero existe también un riesgo de abrirse demasiado al relativismo en la educación.
c. Complementariedad: Avolio de Cols, en su obra “Los proyectos para la educación en el aula” intenta expresar la preocupación actual por hacer una síntesis de ambas acepciones, sin que una impere por encima de la otra, sino que sea posible trabajar ambas de la mano.
Así por ejemplo citará a algunos autores como Neagley Evans, que afirmará que el currículum “Es el conjunto de experiencias planificadas, proporcionadas por la escuela para ayudar a los alumnos a conseguir, en el mejor grado, los objetivos de aprendizaje proyectados según sus capacidades”[2].
            De esta manera conjuga ambas acepciones, articuladas por el verbo “ayudar”: la planificación se realiza en vistas a ayudar a los alumnos a obtener los resultados deseados desde sus propias capacidades, es decir, contempla la libertad del estudiante e incluso se abre a las nuevas posibilidades que podrían enriquecer el aprendizaje de los mismos.
            Finalmente, complementamos lo dicho concluyendo que ambas miradas forman parte de una misma realidad, solo que en determinados momentos. Se complementan puesto que se necesitan ya que no sería posible pretender que los currículos se cumplan al pie de la letra de manera mecánica y tampoco sería pensable un currículo tan abierto que no tenga bases integradoras sobre las que se asiente cualquier proyecto educativo. Por ello, Cols dirá: “Algunos autores hablan de Diseño, plan o proyecto para referirse al planeamiento curricular y desarrollo curricular para referirse al planeamiento curricular y desarrollo curricular para referirse al currículum real que se realiza en las aulas”[3].



[1] M. Zabalza, Diseño y desarrollo curricular, Ed. Narcea.
[2] S. Avolio de Cols, Los proyectos para el trabajo en el aula, Bs. Aires, Marymar, 1996, p. 14.
[3] Ibidem, p. 25.

jueves, 23 de abril de 2015

DECÁLOGO PARA LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA CATÓLICA Y SUS DOCENTES  PARTIR DEL DOCUMENTO CONCLUSIVO DE APARECIDA



  1. Tomar conciencia de la peculiar y delicada emergencia educativa y dar una propuesta de educación en valores humanos y cristianos.
Ser conscientes de la crisis educacional y buscar los medios de revertirla, propiciando una sana educación en valores, los cuales sean una propuesta distinta al predominio del reduccionismo antropológico, la violencia y la inclusión de anti valores que atentan contra la vida y dignidad humana. Esta propuesta debe apuntar a la felicidad del hombre en miras a su presente y a su futuro, con beneficios personales y sociales.

  1. Trabajar en conjunto con la familia en una educación integral que no sólo afiance conocimientos, sino que promueva valores por asimilar y verdades por descubrir.
En conjunto con los padres de familia, insistir en el auténtico fin de toda escuela, la cual ha de ser un lugar privilegiado de formación y promoción integra. Los valores que inserte serán confrontados e incluidos dentro del contexto actual, sin enajenarse de él. Han de presentar “no sólo un saber por adquirir, sino también valores por asimilar y verdades por descubrir.

  1. Realzar la dimensión ética y religiosa de la cultura, para que a través de ellas la persona pueda tener fundamentos sólidos que lo ayuden a tender hacia el bien.
Precisamente con el fin de activar el dinamismo espiritual del sujeto y ayudarle a alcanzar la libertad ética que presupone y perfecciona la psicología. A través de la educación, susciten en los educandos los hábitos y la comprensión necesarios para ser personas de bien.

  1. Presentar al Evangelio y los valores que él conlleva como centro de todas las enseñanzas. Que todo se funde en Cristo y se hable de todo cristianamente.
Impregnar del Evangelio todas las áreas de la enseñanza, de tal manera que todo tenga a Cristo por cabeza, explícitamente o a través de los valores que hacia él nos llevan.

  1. Tener a Jesucristo como principio y fin del proyecto educacional en todos los niveles.
Que el maestro eduque hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder de su vida. Cristo ha de ser el fundamento y término de todo emprendimiento educacional.

  1. Conducir al alumno al encuentro con Cristo.
Tener como meta el conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y desde él hacia la vivencia de la alianza con Dios y con los hombres.

  1. Trabajar por una renovación auténtica de la educación, desde el Evangelio.
Comenzar y vivir a cada momento una profunda renovación desde un impulso misionero valiente y audaz. Todo ello en vistas a generar una voz profética a través de la propia educación participada.

  1. Tener como prioridad el acompañamiento de los procesos educativos, la participación en ellos de los padres de familia, y la formación de los mismos docentes.
Por lo cual la educación ha de tender siempre al bien del educando y de su entorno, sin separar una realidad de la otra, para lo cual es preciso un seguimiento continuo de los procesos de los alumnos, su realidad familiar y social.

  1. Consolidar a la educación en la fe, de manera integral y como eje de todo currículum.
En todo el currículum, la educación en la fe tendrá un lugar transversal y habrá de presentarse de manera integral. Para lo cual han de tenerse en cuenta los procesos de formación en pos de encontrarlos con Jesús, animar la vocación misionera y encaminarlos en la iniciación cristiana.

  1. Comprometerse como comunidad educativa en formar discípulos y misioneros a la par de ponerse al servicio pastoral de los lugares donde esté inserta.

Como comunidad educativa (es decir, los directivos, los docentes, los administrativos, alumnos y padres de familia) asúmase el rol de formadora de discípulos y misioneros en todos los niveles. Desde ese punto, se recomienda que se impulse la colaboración a través del servicio pastoral en el sector donde esta comunidad esté inserta. Este servicio pastoral ha de favorecer a los jóvenes, a la familia, la catequesis y la promoción humana de los más pobres. 

miércoles, 22 de abril de 2015

REFLEXIONES
Segunda parte



SEGUNDA REFLEXIÓN: LA ENSEÑANZA, UN ENCUENTRO HUMANO CON OTRO

“La enseñanza involucra, pues, un encuentro humano. Porque enseñar es, en definitiva, participar en el proceso de formación de otra persona, tarea que sólo puede hacerse en un sentido pleno con ese otro. Los docentes saben bien de esta necesidad de “asociar” a los estudiantes al proceso pedagógico. Saben del mágico momento en que la intención pedagógica se encuentra con el deseo, la motivación, la voluntad y el proyecto del otro. Saben también de la desazón y el malestar que generan su ausencia. Casi una afrenta a la omnipotencia pedagógica que no hace más que recordar que ese otro es un sujeto capaz de libertad…”


REFLEXIÓN
El docente, al enseñar, está realizando una acción conjunta con el otro. Por ello tiene que pensar en el otro como un ser distinto, libre y capaz, que puede recibir lo que se le comparte o puede rechazarlo.

Así, sin sacrificar la riqueza de los contenidos propuestos, ha de considerar al otro en su diversidad para saber llegar a él.
¿CÓMO VE MAFALDA LA ESCUELA?
A través de la simpática Mafalda entremos al mundo de los niños para conocer un poco más.


REFLEXIONESPrimera parte




PRIMERA REFLEXIÓN: DESTINATARIOS DIVERSOS
“La persona, en el proceso de acercamiento a los objetos de la cultura, aporta su experiencia y los instrumentos que le permiten construir una interpretación personal y subjetiva de lo tratado no es necesario insistir en el hecho de que en cada persona el resultado de dicho proceso será diferente… Desde una posición de intermediario entre el alumno y la cultura, la atención a la diversidad de los alumnos y las situaciones requerirá, a veces, retar; a veces, dirigir; otras veces, proponer, contrastar. Porque los chicos y las chicas y las situaciones en las que tienen que aprender son diferentes”.
Zabala Vidiela, La práctica educativa (1997), Barcelona, Ed. Gráo., p. 92

REFLEXIÓN:
La cita del autor nos hace preguntarnos sobre el rol del docente. ¿Estamos siendo conscientes de la diversidad de los alumnos (su historia, conocimientos previos, preocupaciones, capacidades y puntos débiles, potencialidades y áreas a trabajar?

Uno de los roles primordiales del docente es el saber propiciar el encuentro del alumno con los contenidos de aprendizaje y que aprendiendo puedan añadirlo al bagaje con el que va a desenvolverse en la vida. Todo ello va acompañado de un conocimiento constante del alumno como persona, de su entorno y realidad. Sólo así es posible un éxito que se mantenga en el tiempo.

José Miguel Villaverde, ssp